Un estudio presentado en un congreso científico en Helsinki advierte que cambiar la trayectoria de un asteroide peligroso no siempre garantiza la seguridad del planeta. Lejos de resolver el problema, una desviación mal planificada podría reactivar el riesgo con el paso del tiempo.
El principal riesgo está en las llamadas “cerraduras gravitacionales”, zonas invisibles en el espacio donde la atracción de la Tierra puede alterar la órbita del objeto desviado y, eventualmente, dirigirlo de vuelta hacia nosotros. Esto convierte cada intervención en una operación de altísima precisión.
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Rahil Makadia, investigador asociado a la Nasa, explicó que incluso un desvío exitoso debe tener en cuenta estas regiones críticas. Si se las ignora, el mismo asteroide podría convertirse en una amenaza nuevamente dentro de algunas décadas, repitiendo el ciclo de peligro.
La misión DART de la Nasa, en 2022, fue el primer intento exitoso de modificar la trayectoria de un asteroide. Aunque el resultado fue alentador, abrió nuevas preguntas sobre los efectos secundarios de este tipo de impactos. La ESA lanzará la misión Hera en 2026 para estudiar en detalle las consecuencias de esa intervención.
Con estos hallazgos, los expertos insisten en que desviar un asteroide no se trata solo de moverlo, sino de hacerlo con una estrategia que contemple todos los escenarios futuros. De lo contrario, lo que hoy parece una solución podría convertirse en una amenaza aplazada.