El sábado 20 de diciembre de 2025 Córdoba vivió una noche que quedará grabada en la memoria colectiva del rock argentino. En un evento histórico, el exlíder de Viejas Locas e Intoxicados, Cristian “Pity” Álvarez, volvió a los escenarios después de nueve años y siete años desde el último intento, aquel fallido show en Tucumán.
El músico eligió la ciudad como escenario para un show que se extendió por casi tres horas. Un regreso que, sumado al último concierto de Los Redondos, las vueltas de Callejeros y de Andrés Calamaro, convirtió nuevamente a la Docta en epicentro de la historia de la música popular.
El último concierto de Álvarez había sido en noviembre de 2016 en Tandil -y desde entonces el músico ha atravesado diversos problemas, incluida una causa judicial que sigue en pausa. Está acusado de asesinar a Cristian Díaz en 2018, pero el juicio fue suspendido en marzo de 2023 debido a que el Tribunal Oral en lo Criminal N°29 determinó que no estaba en condiciones psíquicas de enfrentarlo. La compleja situación judicial del artista, sumada a su enorme popularidad, lo convirtió en un fenómeno único.
Así diciembre fundía en el asfalto su calor, mientras más de 35 mil personas se acercaron de distintos puntos del país. En las inmediaciones del Kempes, se veían banderas de Chubut, Tierra del Fuego, Mendoza, Tucumán, Buenos Aires y otras provincias, lo que reflejó la convocatoria nacional de este evento. Cánticos, guitarreadas, gente en el río, trapos, asados y tatuajes de Viejas Locas adornaban el ambiente, y el aire estaba impregnado con esa atmósfera que había dominado los primeros Cosquín Rock. Un contraste con los sonidos más urbanos que tomaron protagonismo en los últimos años. Algo así como una pascua de la patria rollinga. También se informó que falleció un naranjita en horas de la mañana, pero luego se supo fue por causas naturales.
El show
El concierto, inicialmente anunciado para las 21:00, sufrió una demora. A esa hora, aún no había ingresado ni la mitad del público, por lo que el comienzo se retrasó 30 minutos. El reloj marcó las 21:33 cuando las luces se apagaron y el estadio estalló en una ovación.
Pity apareció en el escenario, acompañado de una chica a la que llevaba atada con una cadena, en una imagen provocadora de sadomasoquismo. Luego, con su guitarra, comenzó a tocar algunos fragmentos de El Rey, seguido de Intoxicado, la canción que abre el álbum debut de Viejas Locas, lanzado hace exactamente 30 años, un guiño al destino.
Las estética de un televisor en blanco y negro en las dos pantallas laterales sumadas a una circular que colgaba arriba. También el fuego que se encendió en la parte delantera del escenario y la sincronización de luces conformaron una puesta de primer nivel.
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Con una banda aplomada y versátil con Matías Mango en teclados, Gabriel Prajsnar en bajo, Hernán Salas en guitarra y Bárbara Corvalán en voces de apoyo, el show comenzó con fuerza. La música fluyó entre rock, funk, soul, punk y reggae, creando una atmósfera sonora permable al groove. La voz de Pity, como siempre áspera, fue acompañada de cerca por las voces de los músicos, lo que ayudó a sostener su desempeño. Aunque su voz fue más sólida en los tonos bajos, se sintieron algunas dificultades en los agudos.
La frutilla del postre fue la presencia de el legendario Adrián Taverna en la consola, quien hizo sonido en toda la trayectoria de Soda Stereo y de Gustavo Cerati. “Si no está sonando bien es culpa de Adrián Taverna, el mejor sonidita de la Argentina”, expresó el cantante.
Un aspecto a tener en cuenta fue la distribución de los temas en la lista de canciones. Si bien el show contó con grandes clásicos, la selección de las canciones dejó un desbalance, ya que los hits fueron distribuidos entre el inicio y el final, mientras que en el medio se planchó en lados B. Entre ellos, destacó una versión de Hojas Vacías, el clásico de Blues Motel, que sorprendió a los presentes.
La primera gran emoción de la noche llegó con Homero, la oda a la clase trabajadora argentina, que Pity dedicó a su fallecido padre. En ese momento, las primeras lágrimas fueron inevitables para muchos seguidores. La segunda gran emoción se vivió cuando Felipe Barrozo, exguitarrista de Intoxicados, subió al escenario para rapear en Un Vela, luego de un breve parate de 10 minutos.
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Polémica
En medio del show, Pity también se refirió a su situación judicial, lanzando una polémica reflexión: “¿Quién me va a juzgar, Dios? ¡A mí que soy Dios! Solo el universo me puede juzgar”, dijo entre lágrimas. Además, comentó sobre las restricciones judiciales que le impidieron tocar en Buenos Aires, remarcando lo significativo de presentarse en Córdoba: “Qué mejor que venir a Córdoba, al centro de la Argentina”.
A pesar de los momentos más profundos, el show no dejó de tener la marca de la irreverencia característica de Pity. En uno de los pasajes más cómicos, antes de ir al intervalo, reflexionó: “Muchos rockeros salen a tocar con campera de cuero, pero no saben lo que es el rock. ¿Qué es el rock? No es un pibe drogado cog**** tres minas a la vez. ¿Quieren saber lo que es el rock? El rock son tres tonos a una distancia". Además, hizo una divertida parodia en Reggae Para Mirtha, en el que, al ritmo de la canción del programa, se puso en pantallas la visita de Yiya Murano como invitada con la clásica presentación de la locutora.
A nivel visual, el público también fue parte del espectáculo. Abajo del escenario, se vivió un pogo continuo, con cantos y bailes clásicos de rock and roll que acompañaron cada tema, especialmente en los momentos rocanroleros.
El show concluyó con una metralleta de hits, que incluyó gemas en clave funk de Viejas Locas como Qué Vas a Hacer Tan Sola Hoy y Lo Artesanal y con la parte más cancionera de Intoxicados: Fuego, Nunca Quise y Está Saliendo El Sol (de Intoxicados).
Tras la ovación final, Pity regresó al escenario para tres bises que incluyeron Perra, ¿Quieren Rock? y el punk de Una Piba Como Vos, cuya frase “Después de tanta violencia todos necesitamos un poco de amor” resonó con fuerza, como una especie de profecía autocumplida del propio artista con el cariño de la gente como antídoto.
El final
Tras más de tres horas, el público dejó el estadio en silencio, pero con el regocijo de haber vivido una experiencia única: para los más grandes por haberlas escuchado de nuevo y para las nuevas generaciones por haberlas experimentado en vivo por primera vez. La salida del recinto fue algo desorganizada, con un vallado que se convirtió en un embudo que no permitió descomprimir con dinamismo, pero el comportamiento del público evitó que la situación genere inconvenientes.
Mientras tanto, el cielo cordobés pareció esperar hasta que el último asistente saliera para liberar la lluvia, que cayó torrencialmente sobre los que aún se encontraban fuera, como una despedida simbólica de una noche histórica.



