Amén de que lo que plantea el presidente argentino sobre la necesidad de flexibilizar el Mercosur puede ser una buena idea, haber usado un tono de amenaza de rompimiento unilateral en la cumbre realizada en Buenos Aires fue un desacierto.
También en términos institucionales fue desacertado Javier Milei al decir que el país saldría del acuerdo comercial que nació junto con la recuperación de la democracia en la región. Es una decisión que debe ser aprobada o rechazada por el Congreso y no una atribución personal de un presidente. Por cierto, como en tantos casos, las bibliotecas jurídicas y políticas se dividen, pero los autores más apegados al Estado de Derecho se inclinan por la participación del Congreso en semejante decisión.
Además de las pérdidas que implicaría para el país perder las ventajas que el Mercosur otorga en la crucial relación comercial con Brasil, amenazar con sacar del Mercosur a la segunda economía más importante a pocos meses de que Europa apruebe el acuerdo de integración que Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay llevan 30 años negociando con Bruselas, fue innecesario y contraproducente.
Como en una eterna adolescencia política, Milei practica una diplomacia ideológica y actúa por imitación de Donald Trump, un rompedor serial de tratados internacionales suscritos por Estados Unidos y un maltratador de mandatarios de otras posiciones ideológicas, a quienes tiende emboscados en el Despacho Oval de la Casa Blanca para descargar sobre ellos su inaceptable “honestidad brutal”.
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Imitando al magnate neoyorquino que sacudió comercialmente a Canadá y México, los principales socios de su país; sacó a Estados Unidos del Acuerdo de París sobre cambio climático, amenazó varias veces a los aliados en la OTAN y rompió el acuerdo alcanzado en el 2015 por Barak Obama y el entonces presidente iraní Hassan Rohani sobre el programa nuclear persa, además de bombardear ese país asiático sin la autorización del Congreso, Javier Milei planteó públicamente en términos de amenaza lo que debía y podía plantearse de otro modo.
Muchas veces hubo disidencias entre los presidentes de Mercosur, pero nunca se expresaron mediante amenazas de ruptura. Fernando Collor de Mello fue un presidente neoliberal de Brasil, y durante el mandato que cumplió y fue interrumpido por un impeachment no planteó sus posiciones de manera agresiva. Tampoco lo hizo, durante sus dos gobiernos, Fernando Henrique Cardoso, uno de los más brillantes estadistas liberales de América Latina.
De Uruguay, tanto Jorge Batlle, como Julio Sanguinetti y Luis Lacalle Herrera expresaron en las cumbres sus puntos de vista liberales muchas veces críticos, sin subir el tono ni usando palabras que generen tensiones.
A la posición que ahora expresó Milei en forma de amenaza, Luis Lacalle Pou la planteó desde el principio de su gobierno, pero con el tono y los argumentos de quienes buscan generar consensos, no rupturas.
En la mesa de deliberaciones es correcto proponer, argumentar y debatir los puntos en disidencia. Pero usar términos altisonantes al hablar en el tramo del encuentro cubierto por la prensa, no es bueno para las deliberaciones.
Milei y el presidente brasileño cometen un estropicio al interactuar con la ostentada frialdad con que lo hicieron durante esta cumbre del Mercosur, salvo en el saludo final. A favor de Lula da Silva está el hecho comprobable de que sólo con su par argentino actúa secamente. En la reunión realizada en Buenos Aires, saludó con visible cordialidad a todos los demás mandatarios, y así lo hizo siempre.

En cambio Milei no sólo sobreactuó frialdad con su par de Brasil, sino también con los demás presidentes que están políticamente más cerca del jefe del Planalto. Además, ha insultado públicamente a los presidentes de Colombia y de España.
Fue controversial que Lula usara este viaje para visitar a Cristina Kirchner en su prisión domiciliaria. Pero Milei viajó a Brasil para participar en eventos de la ultraderecha y reunirse con Bolsonaro, estando éste procesado por delitos muy graves.
En todo escenario internacional, el líder de los ultraconservadores argentinos incurre en sobreactuaciones de la diferencia ideológica que lo separa de los líderes que no comparten su ideología.
También sobreactúa la coincidencias ideológicas que tiene con los líderes ultraconservadores, lo cual es igualmente inconveniente para las relaciones exteriores de un país.