Primero lo abandonó su delfín en la presidencia del país, Luis Arce, y ahora la joven promesa de la izquierda dura, Andrónico Rodríguez, a quien él ayudó a convertirse en titular del Senado.
El líder cocalero que batió récords en la presidencia de Bolivia, empieza a caer en cuenta que su liderazgo se ha diluido. Evo Morales está cada vez más solo.
El actual presidente Arce fue quien, como ministro de Economía, logró el crecimiento económico sostenido que fortaleció su gobierno y le permitió las reelecciones. Pero a la candidatura presidencial del MAS se la dio Evo Morales, calculando que siempre lo tendría bajo control y le despejaría el camino para su regreso a la presidencia.
Sin embargo, Arce hizo con Morales algo muy parecido a lo que hizo en su momento Lenin Moreno con su mentor, Rafael Correa, en Ecuador: se lo sacó de encima y lo enfrentó en la arena política.
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Cuando llegó a la jefatura del Estado Plurinacional boliviano, Luis Arce empezó aclarándole a su ex jefe que no tendría influencia sobre su gobierno. A renglón seguido, ante las presiones del líder cocalero, el actual presidente comenzó a mover influencias para quitarle a Evo Morales la conducción del Movimiento Al Socialismo (MAS).
El ex mandatario batalló duro para quedarse con el partido que había creado y liderado desde su fundación, pero Arce, apoyado en el vicepresidente David Choquehuanca, lograron desplazarlo de la conducción.
El líder cocalero contraatacó con denuncias de corrupción contra el presidente, quien devolvió esos golpes habilitando procesos judiciales contra Evo Morales por delitos de trata y estupro.
Luis Arce bombardeó institucionalmente los intentos del ex presidente para poder candidatearse violando la ley. También apoyó desde la presidencia los procesos judiciales que podrían acabar con el líder cocalero encarcelado por mantener relaciones sexuales con menores. Esos procesos sirvieron como presión para que en Argentina avancen los procesamientos por las mujeres menores de edad que le habrían provisto durante su exilio en este país.

Mientras fracasaban las rebeliones de agrupaciones indígenas y los bloqueos de ciudades que impulsó para que Luis Arce pierda de la presidencia, Evo Morales empezó a preparar la jugada que le quedaba, apostando a la presión social que podría ejercer una figura joven, políticamente muy potente y totalmente leal a su liderazgo: Andrónico Rodríguez.
Pero el presidente del Senado no respondió su pedido de ayuda y mostró desinterés por ser su candidato a vicepresidente. Ocurre que Andrónico Rodríguez ya estaba viendo que él tiene más chances electorales que Arce y que Evo, por lo tanto movió influencias y logró que los movimientos sociales expresaran públicamente el deseo de que él sea el candidato a presidente.
De ese modo la izquierda, que ya estaba dividida en dos, sufrió otra escisión y ahora tiene tres aspirantes a la presidencia.
Sería para la derecha boliviana una pelota picando en la puerta del arco, si no estuviera también ella experimentando enfrentamientos entre líderes que pueden dividirla en al menos dos candidatos.
Todas las señales parecen indicar el crepúsculo definitivo del liderazgo más poderoso y duradero que ha tenido Bolivia en décadas. Las figuras fuertes de la izquierda boliviana están abandonando a Evo Morales. También se está dividiendo el voto izquierdista. Pero la dirigencia derechista, desde el centroderecha hasta el ultraconservadurismo, dan señales de medianía que podrían hacerla perder una oportunidad más de ganar en las urnas y regresar al palacio del Qemado.