Fue, esencialmente, un hombre bueno. Un Papa que irradió esa bondad hasta con su rostro y con el tono y la cadencia humilde y amable de su voz. Pocos jefes de la iglesia católica portaban en el rostro y en la voz la presencia de la bondad. Cuando hablaba desde el balcón del Vaticano o en el altar de la Basílica de San Pedro, Francisco parecía un ser nacido para ser Papa.
Lo que atravesó su vida religiosa con linealidad invariable y coherente, fue la identificación del compromiso de la iglesia con los pobres. Desde su infancia futbolera en el barrio de Flores y su formación sacerdotal en el seminario jesuita de Villa Devoto, Jorge Mario Bergoglio daba muestras de una sensibilidad social notable.
Sin adherir a la Teología de la Liberación, expresaba una iglesia con los pies en el barro. En el terreno político, esa identidad lo acercó al peronismo. Como obispo, como cardenal y también como sumo pontífice, Bergoglio mantuvo esa vocación por los pobres que vio reflejada en el mensaje evangélico.

Esto lo convirtió, junto a Pablo VI, en el más claramente continuador del Angelo Giuseppe Roncalli, o Juan XXIII, el “Papa Bueno”.
Quizá su identificación con corrientes teológicas ortodoxas demoró una comprensión más amplia sobre el mensaje que constituye la vida y la prédica de Cristo respecto a los relegados, yendo más allá de la pobreza en términos económicos para incluir a los que sufren marginación y son vulnerables por razones que van desde la enfermedad hasta el color de la piel, las creencias y la sexualidad, incluyendo la humildad de espíritu y también, por cierto, la pobreza material.
+ MIRÁ MÁS: El arzobispo Rossi recordó a Francisco como “un hombre distinto” y deseó continuidad de su legado
Ya sentado en el trono de Pedro, la mirada de Bergoglio se abrió en temas frente a los cuales la tradición eclesiástica había sido inflexible en el terreno de la sexualidad y de la Fe. “Es mejor ser ateo que ir a la iglesia y odiar a todo el mundo”, dijo ya siendo el jefe de la iglesia. El cardenal que describía la homosexualidad como “un plan del demonio” después fue el Papa que llamó a respetar la diversidad sexual.
En un tiempo de liderazgos socialmente inclementes y humanamente brutales, la imagen que dejó Francisco al mundo es la del hombre sensible, comprensivo, compasivo y, fundamentalmente, un hombre bueno que irradia bondad y humildad en un tiempo de liderazgos ególatras que irradian violencia, supremacismo y desprecio por los débiles, los vulnerables y los diferentes.