La duda puede crecer y empezar a ganar espacio más allá de los gobiernos filo-chavistas y los medios de posiciones izquierdistas. O sea, la duda sobre la legitimidad del triunfo de Alvaro Noboa en el ballotage podría comenzar a ser tenida en cuenta en los medios de comunicación y en los gobiernos que hasta ahora no se han hecho eco de la denuncia de la candidata derrotada en el ballotage de Ecuador, Luisa González, y de Rafael Correa, su mentor y líder del partido Revolución Ciudadana.
Ciertamente, el volcánico ex presidente y la ex funcionaria y candidata presidencial por el correísmo, tienen un problema para hacer escuchar su voz cuando denuncian fraude y autoritarismo. Ambos reconocieron inmediatamente la auto-proclamación de Nicolás Maduro como ganador de la elección en la que fue evidente el amplio triunfo del candidato de la disidencia, Edmundo González Urrutia.
Correa lleva décadas defendiendo a la dictadura de Maduro y Diosdado Cabello, negando las criminales represión con que aplastó siempre las recurrentes protestas populares y también las demás violaciones de los Derechos Humanos que sufre Venezuela, como el secuestro de personas, las torturas y los encarcelamientos por razones políticas, además de la censura y un sinnúmero de arbitrariedades.
Correa y Luisa González se negaron a apoyar los reclamos de la disidencia venezolana y de muchos gobiernos de la región y de otras latitudes, para que las autoridades electorales muestren las actas electorales y los resultados desglosados.
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Esa complicidad con una dictadura calamitosa y con el más grotesco de los fraudes perpetrados en Latinoamérica, les complica ser escuchados ahora cuando denuncian fraude en el ballotage que proclamó vencedor al actual presidente.
No obstante, más allá de la pérdida de credibilidad y de legitimidad moral, existirían razones para exigir a las autoridades electorales de Ecuador que muestre absolutamente toda la documentación que corrobore el resultado anunciado.
Dos elementos imponen que se expongan las actas, los resultados desglosados y las pruebas de que no hubo redadas ni obstrucciones para impedir que ejerzan sus derechos habitantes de zonas de clara predominancia correísta.
Una cuestión estadística justifica la duda sobre la veracidad de los doce puntos porcentuales que Noboa tuvo de ventaja sobre González. En la primera vuelta, el resultado fue un empate técnico, con ínfima ventaja del presidente sobra la candidata opositora. Todas las encuestas realizadas en la antesala del ballotage, daban empate técnico. Las dos encuestas boca de urna publicadas ni bien cerraron los centros de votación, corroboraron esa absoluta paridad. En una ganaba Noboa por un punto y en la otra ganaba González por unas décimas porcentuales más. Y en el resultado del escrutinio que se conoció horas más tarde, la candidata correísta aparece casi con la misma cifra que obtuvo en la primera vuelta mientras que Noboa saca casi doce puntos de ventaja.
Aunque no necesariamente debe darse una continuidad lógica entre los resultados de ambas votaciones y de las encuestas realizadas, el giro final llama la atención. Y tratándose de un presidente que en poco más de un año y medio de gobierno cometió demasiadas arbitrariedades, se justifica dudar sobre la veracidad de un resultado tan inesperado.
Por cierto, que los tres dirigentes correístas que gobiernan los distritos más importantes, las alcaldías de Quito y Guayaquil, y la provincia de Guayas, hayan reconocido el resultado y felicitado a Noboa por su reelección, debilita la denuncia de fraude que intenta instalar González. Pero no resulta inverosímil la posibilidad de que hayan sido comprados por Noboa con promesas de apoyo sustancial a sus respectivas gestiones gubernamentales, o con sobornos millonarios salidos de la inmensa fortuna familiar que produce la empresa bananera de su padre, Álvaro Noboa.
Lo único comprobable es que por el reconocimiento de los alcaldes de la gobernadora al resultado del ballotage, el partido Revolución Ciudadana empezó a mostrar fisuras.
Eso fortalecería aún más al presidente, pero que logre imponer su continuidad en el poder no diluirá las dudas que quedaron flotando tras el escrutinio, salvo que las autoridades electorales muestren toda la documentación que debe mostrarse y respondan todas las preguntas que deben responderse.