Daniel Noboa logró por segunda, con 37 años y a sólo cuatro de haber iniciado su carrera política, lo que su padre, Alvaro Noboa, no pudo lograr en su larga vida política, habiéndolo intentado sin éxito en cinco oportunidades: ganar la presidencia de Ecuador.
El joven presidente consiguió además una amplísima victoria sobre su contendiente, Luisa González, la candidata nada menos que del ex presidente Rafael Correa. Aunque hay razones para pensar que fue precisamente, ser la candidata del volcánico líder filo-chavista, lo que explica este resultado inesperado.
Ocurre que el gobierno que encabezó Daniel Noboa completando el mandato de su antecesor Guillermo Laso, quien para evitar un juicio político aplico la regla llamada “muerte cruzada” saliendo de la presidencia anticipadamente, tuvo más sombras que luces. Por cierto, el mandato fue apenas de un año y medio, por lo que no se le puede exigir lo que corresponde a una gestión de cuatro años. De todos modos, en esa pequeña muestra no había razones para semejante premio. Lo que hay son razones para señalar que lo ocurrido en las urnas fue más un rechazo al correísmo y a su temperamental y autoritario líder, que un reconocimiento al liderazgo del joven presidente.
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El gobierno de Noboa no sacó la economía de su estancamiento ni comenzó siquiera a insinuarse la ola de inversiones que había prometido. La guerra que proclamó contra las bandas narcos, responsables del magnicidio del candidato anti-mafia Fernando Villavicencio en la antesala de la anterior elección, no fue más que una sobreactuación con muy pocos resultados.
También mostró el lado oscuro de Noboa sus ataques a la vicepresidenta, a quien marginó y maltrató de manera pública. Quizá Verónica Abad fue causante de la ruptura entre presidente y vice, pero nadie explicó por qué tantos cepos institucionales y destierros diplomáticos a la mujer que fue votada junto con el mandatario.
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También fueron muchas las arbitrariedades cometidas por Noboa en su breve mandato. Y coronó esos deslices autoritarios al cometer un estropicio diplomático: tomar por asalto la embajada de México para capturar al ex vicepresidente correísta Jorge Glas, violando el derecho internacional en lo que corresponde a inviolabilidad de las sedes diplomáticas y las normas de asilo político.
Que Glas sea un corrupto no justifica asaltar una embajada. Tampoco se justifican la violación de varias reglas electorales, como hizo Daniel Noboa. Sin embargo, a la hora de elegir en la segunda vuelta entre las dos opciones, la derecha anticorreísta o el correísmo, masivamente los ecuatorianos prefirieron la primera opción.
Por eso es posible que Noboa fuese favorecido por la ola anticorreísta que no anticipaban las encuestas ni el resultado anterior. De haber estado en esa posición otro candidato joven que no represente al movimiento indigenista Pachakutik ni al partido del devaluado Guillermo Laso, habría vencido también a Luisa González, cuyo piso era alto pero tenía el techo más bajo.
Rafael Correa, su candidata y l grueso de la dirigencia del movimiento Revolución Ciudadana han reconocido el triunfo de Noboa. ¿Hay razones para poner en duda la legitimidad del resultado?
Tanto el ex presidente como Luisa González alegan la sospecha diferencia amplísima entre lo que señalaron las encuestas y las cifras del escrutinio. Es cierto que todas las encuestas previas mostraban a ambos candidatos cabeza a cabeza. Ninguna vaticinó la victoria por caso doce puntos porcentuales que obtuvo Noboa. También suena raro que las dos encuestas boca de urnas que se dieron a conocer al cerrar la votación también daban un empate técnico. En una ganaba Noboa por un punto y algo, y en la otra ganaba González por una diferencia similar, aunque levemente superior. De tal modo, la suma de las dos bocas de urnas daba ganadora a la candidata correísta, sin embargo el resultado final del ballotage fueron una victoria del presidente por casi doce puntos.
Se justifica que haya dudas, pero Rafael Correa y Luisa González tienen tres problemas para denunciar un fraude: durante la jornada de votación no se registraron denuncias de los delejados correístas, al día siguiente de los comicios los alcaldes de Quito y Guayaquil, así como la prefecta de Guayas, todos de Revolución Ciudadana, reconocieron la victoria de Noboa. Y finalmente, no reconocer como dictadura al régimen chavista de Venezuela y haber reconocido a Nicolás Maduro como “ganador” de una elección tan grotescamente fraudulenta, les quita a Rafael Correa y Luiza Gonzáles autoridad moral para acusar de dictador fraudulento a Daniel Noboa.