“Mi mensaje para todas las empresas del mundo es simple: vengan a fabricar sus productos en los Estados Unidos…y benefíciense de los impuestos más bajos para producir…si no lo hacen, y están en su derecho, paguen aranceles” para entrar a nuestro mercado.
El mensaje de Donald Trump al Foro de Davos fue perfecto. Apuntó al centro de lo que le propone al empresariado global y explicó por qué su propuesta es mutuamente beneficiosa, o sea enriquece tanto a las empresas que abran sus plantas de producción en Estados Unidos, como a la economía norteamericana y al Tesoro de la superpotencia occidental. También hizo propuestas económicas, por ejemplo, para acelerar el fin de la guerra entre Rusia y Ucrania: bajar significativamente el precio del petróleo para que impacte en la capacidad económica rusa de seguir financiando su costosísima invasión al país vecino.
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Para eso es el Foro de Davos. Allí, los protagonistas del empresariado global y la economía mundial, hablan de economía. En cambio el presidente argentino, volvió a desperdiciar esa oportunidad por apostar al éxito fácil de sus stand up de exacerbado ideologismo. Pero se equivocó. En ese escenario, sus agresivas exhibiciones de agresivo no son bienvenidas. Sus asistentes quieren hoy hablar de economía, mientras que Javier Milei, una vez más, exhibió su aborrecimiento a los homosexuales, a los ecologistas y a todos los que alertan contra el cambio climático, a la agenda woke, a los feministas y a todo lo que no encaje en el conservadurismo recalcitrante que profesa con fanatismo.
Probablemente pensando en las portadas de los medios del mundo, Milei dejó la economía de lado y atacó con virulencia la cultura democrática-occidental forjada en el siglo 20. Hubo gestos de estupefacción y estupor en varios rostros de la poca audiencia que tuvo su conferencia. Algunos parecían no poder creer que un presidente que se considera liberal equipara la homosexualidad con la pedofilia, llamó “aberración” al respeto por la diversidad sexual, étnica y política, así como también a cualquier defensa de la equidad social. También repudió al mismísimo foro en el que estaba disertando y llamó “brazo armado” de las aberraciones y “burócratas de Bruselas” a la Unión Europea.
Casi lo mismo que dijo en su anterior participación en Davos. Pero en aquel momento, no tenía indicadores de la economía argentina para mostrar como éxito de sus ajustes y reformas. Hoy tiene indicadores para mostrar y hacerlos columna vertebral de su discurso. Pero ese discurso volvió a dejar de lado el tema principal del Foro de Davos: la economía.
Apenas unos tímidos aplausos mostraron lo evidente: su actuación no fue buena para las inversiones en Argentina y para nadie que no comparta su conservadurismo recalcitrante y cargado de desprecio a todo lo que no encaje en sus ideologismos.
Por el contrario, Trump hizo muy bien lo que todos los presidentes, de potencias o no, que hablen en el Foro Económico de Davos deben hacer: atraer inversiones.