Miguel Ángel Russo, fallecido este miércoles 8 de octubre, también tuvo un paso relevante por la Selección Argentina durante el ciclo que desembocaría en el Mundial de México 1986. Durante las Eliminatorias, se dio el gusto de anotar un gol frente a Venezuela: controló con el pecho en la entrada del área y, tras dejarla picar, la colocó junto al palo. Aquella jugada, sencilla y efectiva, se volvió anécdota entre sus amigos, quienes solían bromear con él: “Todo al revés… Vos hacés el gol y Maradona viene a abrazarte”.
Un informe de TN repasó esa etapa en el conjunto nacional, donde Russo fue habitual titular bajo el mando de Carlos Salvador Bilardo. Sin embargo, su participación en el proceso tuvo un final amargo: fue excluido del plantel poco antes del Mundial, y su puesto fue ocupado por Sergio “Checho” Batista. Aquella exclusión se convirtió en una de las heridas más profundas en su carrera deportiva.

El propio Russo relató en varias entrevistas que Bilardo lo convocó a una charla privada para comunicarle la decisión. En esa reunión, estuvo presente el doctor Raúl Madero, testigo de un momento difícil. “Bilardo me dijo algo que entendí muchos años después: ‘Cuando seas técnico, lo vas a comprender’. Y fue así, cuando me puse del otro lado, muchas cosas empezaron a tener sentido”, reconocería tiempo después.
+ MIRÁ MÁS: Instituto recordó el día en que Miguel Russo enfrentó a su hijo Ignacio que jugaba en la Gloria
La noticia lo sorprendió en un contexto muy especial: esa misma noche estaba organizando el cumpleaños de su primera esposa en su casa. La celebración, con cerca de 50 invitados, quedó marcada por el dolor de una noticia inesperada, que convirtió un festejo en una noche difícil de olvidar.
Así jugaba al fútbol Miguel Ángel Russo
Aun con el golpe emocional, Russo optó por seguir adelante. Dos días después, disputó un partido con Estudiantes en el interior del país. Al regreso, su entrenador, Eduardo Manera, le pidió al chofer del micro que se detuviera en Plaza de Mayo.
Allí descendieron ambos y caminaron juntos hasta el barrio de Flores. Según Russo, esa caminata de más de 70 cuadras se convirtió en una charla reveladora, que lo ayudó a reconvertir la frustración en experiencia y a prolongar su vida en el fútbol desde otro lugar.