Después de una semana cortando clavos para que llegue el finde, aparecía el sagrado viernes. Y hasta antes de la pandemia, viernes era sinónimo de “Sargento”, de acuerdo al precepto 25, inciso B del Diccionario Real de la Academia Jimenera.
Luego de largos años, hablar en pasado quedó atrás: este viernes 14 se producirá el regreso más esperado de todos. La Mona Jiménez vuelve a jugar de local en el Monumental Sargento Cabral, la esquina más famosa de la República de San Vicente. El retorno al escenario con miles de recuerdos de los fanáticos del Cordobés Más Famoso.
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Símbolo del cuarteto, el icónico recinto está ineludiblemente ligado a otra pasión popular de los cordobeses: el fútbol. Visitas ilustres de jugadores, canciones predeterminadas para los hinchas de Talleres y de Belgrano y hasta una insólita guerra de pintadas en la vereda, son solo algunos de los condimentos futboleros que decoran un paisaje autóctono de la cultura en torno al tunga tunga.

De la cancha al “Tosargen”
Jugar de local un viernes tenía un doble filo para los hinchas del fútbol cordobés. Por un lado representaba cierta dificultad para la logística laboral, teniendo en cuenta los horarios de salida del trabajo y la respectiva combinación para llegar a horario al partido.
En contrapartida, también era motivo de algarabía porque el hincha sabía que después del partido estaba el Sargento. Y qué decir si el equipo de sus amores conseguía los tres puntos: uno llegaba con el envión del triunfo y dispuesto a celebrar con La Mona en “su cancha”, para emplear términos futboleros.
Bajo esa consigna, era totalmente normal ver más hinchas de Talleres o de Belgrano de lo común si ese mismo día habían ganado en el Kempes o en Alberdi, respectivamente. Eso sí: matadores o piratas no podían ir con sus camisetas o distintivos de sus equipos ya que no estaba permitido, por más que siempre había algún pícaro que se las ingeniaba para entrar con la remera de su club.
Las pausas también eran un momento especial para que se desatara el folklore futbolero. Aunque no era algo de todos los viernes, no era raro que tuviera lugar un auténtico duelo de canciones entre las hinchadas de la B y la T. Tal como si estuvieran en un clásico en el Kempes dividido a la mitad.
Ni hablar la electricidad que había en el aire cada vez que La Mona cantaba El Enamorado, tema totalmente identificado con Belgrano. Bastaba que el Mandamás entonara el icónico “¿Cómo pasó ese momento?" para que los piratas vociferaran la versión de tribuna, con cierta complicidad de Jiménez, históricamente ligado con la B (aunque sus demostraciones más recientes sean neutrales).
Pero si algo tiene el Cordobés Más Famoso es su carácter democrático. En cuanto terminaba de cantar El Enamorado, entonaba las estrofas de Libertad, las cuales dedicaba específicamente para los hinchas de la T. Y como había que hacerla completa, también saludaba a los jimeneros de Instituto y de Racing de Nueva Italia.
Visitas ilustres
Aunque Carlos Tevez era, sin lugar a dudas, el futbolista más importante que visitaba el Sargento Cabral, decenas de jugadores desfilaban por las tablas del histórico recinto, bajo la atenta mirada del dueño, Rubén Bravi, futbolero de pura cepa y un “9 goleador, de temer”, según los que lo conocen.

Así, figuras como Wanchope Ábila, el Chino Zelarayán, Bebelo Reynoso, Renzo Saravia, el “Indio” Moreyra, el “Hachita” Ludueña, José Luis Villarreal, la Chacha Villagra y demás valores del fútbol cordobés visitaban a su ídolo cuando sus calendarios se los permitían.
Algunos más extrovertidos que otros, los deportistas se divertían a la par del Mandamás y hasta se animaban a cantar. Aunque ninguno superará la voz angelical del Apache (dijo nunca nadie) al entonar el clásico Muñeco de Trapo, hit que interpretó junto a Jiménez.

Guerra de pintadas
Allá por 2016 se pusieron de moda los murales y las pintadas entre las hinchadas del fútbol de Córdoba. De esta manera, cada pared vacante o poste de luz eran lugares perfectos para que los “artistas” de Talleres, Belgrano o Instituto dejaran reflejada su pasión con sus colores amados. El Sargento no fue la excepción.

Por octubre del mencionado año, los piratas pintaron los cordones y postes de la esquina de las calles Sargento Cabral y Junín, exactamente donde está ubicada la entrada al baile. Automáticamente, al otro día, los matadores cambiaron el celeste y el negro por el azul y blanco. La disputa se extendió por unos días más hasta que finalmente primó la neutralidad y no hubo colores predominantes.