El femicidio de Valeria Gancedo tuvo justicia el 22 de octubre pasado cuando la Cámara en lo Criminal y Correccional de 2° Nominación de Córdoba condenó a su expareja y padre de su hijo, Alejandro Quinteros, a cadena perpetua.
A poco más de un mes de la sentencia y a exactamente dos años del crimen, se conocieron los fundamentos que lo llevaron a pasar el resto de sus días en la cárcel de Bouwer. Para el camarista Sebastián Romero, el femicida ejerció violencia “en todas sus formas” contra Gancedo. En ese sentido, señaló que fue física, psicológica, sexual, económica y simbólica. “La humilló y la maltrató de manera grave, sistemática y creciente, hasta llegar a la expresión más extrema de la violencia de género: el femicidio”, destacó.
Plan macabro, fármacos y violencia sin freno
Tal como había publicado ElDoce.tv cuando el caso aún estaba en plena etapa investigativa, la Justicia entendió que Quinteros creó un plan para terminar con la vida de su expareja, que incluyó sedación con droga, y tras matarla “el accionar no cesó”. “Por el contrario, luego de ello envolvió y enterró el cuerpo de la víctima en un campo de difícil localización. Posteriormente y durante unos días, usó el teléfono celular de V., respondiendo comunicaciones en su nombre para confundir a sus familiares y personas de su entorno, que la buscaban con desesperación”, sostuvo.
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En los fundamentos indicaron que “la conducta violenta del acusado, como así también el daño y el peligro causados, se propagaron hacia las personas cercanas a la víctima”. Entre las personas más afectadas, se destacó a su pequeño hijo que estuvo al momento de la sedación y vivió en un ambiente de violencia, manipulación y miedo, según reflejó un informe psicológico. “Sucedió también con otros familiares y personas allegadas a la víctima, que la acompañaron durante la relación, la ruptura del vínculo e inclusive estuvieron presentes en la sala de audiencias, cuando se realizó el juicio”, señaló Romero.

“Esas personas –agregó el camarista- debieron sufrir, además, la incertidumbre y el engaño provocados por el acusado, que ocultó el cuerpo de V. y empleó su teléfono para distraer la búsqueda”, indicaron en los fundamentos. Los chats habían sido publicados por este medio apenas dos días después de que se descubriera el horror. En ese momento, la hermana de Valeria Gancedo había relatado que estuvieron días creyendo que su hermana les escribía por WhatsApp pero en realidad ya estaba muerta.
Lo más triste para la familia es, quizás, el punto en el que Quinteros admitió ser el autor del aberrante femicidio: cuando su responsabilidad e imputabilidad estaban demostradas “a todas luces”.




